En algún punto todas las relaciones humanas requieren alguna dosis de sacrificio. Mamá duerme mucho menos para lactar al bebé; el adolescente corta la grama y limpia la marquesina a cambio de obtener permiso para una fiesta; el novio acepta ver una película romanticona para que su chica esté contenta.
Y luego en la vida, lo ideal es que mamá pueda dormir un poco más, mientras el bebé convertido en jovencito le sirve desayuno a su hermana menor. Quizás ese padre decide premiar con una mesada más generosa al adolescente responsable; o la novia se moja en un aguacero por ver a su querido jugar pelota.
Mientras esos sacrificios recíprocos pueden ser una señal de que tienes una relación afectiva saludable, hay que mantener el ojo abierto a cuando se nos va la mano y el ser amado termina sufriendo.
En este caso, tocamos una dinámica que algunas mujeres puede tomar a la ligera, pero que supone un castigo cruel e innecesario para muchas parejas heterosexuales: ir de compras.
Como a menudo las imágenes pueden ser más elocuentes que un párrafo, compartimos ejemplos de cuán mal lo pasan aquellos hombres que son arrastrados al centro comercial, obligados a cargar carteras, usados como carritos y veladores de múltiples bolsas.
Y entonces pregúntate: Si tanto lo quieres, o si incluso lo amas, ¿Por qué hacerlos sufrir así?
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