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No todas las mujeres siguen manteniendo relaciones sexuales con su pareja cuando se quedan embarazadas. Unas influidas por los cambios hormonales y otras por miedos y mitos reducen su actividad sexual. «Muchas temen provocar algún daño en el bebé y eso les inhibe de tener relaciones», explica Luis Bartha, jefe de Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario La Paz de Madrid. Pero hay que despojarse de esos prejuicios porque ni se le hace ningún daño al bebé, ni hacer el amor con la pareja puede provocar un aborto ni contracciones de parto. «No hay estudios científicos que demuestren que mantener relaciones sexuales durante la gestación perjudique o beneficie la salud de la mujer ni la del bebé», asegura el doctor Bartha.

Lo que sí está demostrado es que a mayor bienestar en todos los ámbitos de la vida de una embarazada mejor salud. Es decir, si no existe prescripción médica que indique lo contrario, buscar el placer sexual contribuye al bienestar de la pareja, y especialmente, al de la embarazada y eso sí que repercute positivamente en su salud. «Estará más relajada, se encontrará mejor psicológicamente, la relación con la pareja irá mejor y, por tanto, si el entorno está bien la mujer se sentirá mejor», dice el doctor Bartha.
Para que todo vaya como la seda en una de las etapas más importantes y felices de vida de una pareja como son los nueve meses de embarazo y mientras se espera la llegada del hijo, he aquí algunos consejos, de la mano del doctor Bartha, que pueden despejar muchas dudas, acabar con muchos mitos y hacer que hombre y mujer se sientan mejor.
1. Hacer el amor en las últimas semanas de gestación adelanta el parto: El doctor Bartha asegura que no está demostrado. «Aunque el semen contiene prostaglandinas que teóricamente podrían madurar el cuello del útero y facilitar el parto, la cantidad de estas sustancias presentes en el contenido de la eyaculación son muy pequeñas. Además, el proceso de desencadenamiento del parto es mucho más complejo y no parece que pueda verse afectado por esta causa».
2. No se deben tener relaciones sexuales durante el primer y último trimestre de embarazo: «No —dice Bartha—. Sólo se debe dejar de tener relaciones sexuales cuando exista alguna patología que por prudencia así lo aconseje: amenaza de aborto, amenaza de parto prematuro, placenta previa sangrante en la segunda mitad de la gestación o la rotura prematura de las membranas, en general si hay un sangrado de origen genital, entre otros».
3. Conviene utilizar preservativo: No es necesario a no ser que exista algún riesgo de transmisión de una enfermedad sexual infecciosa.
4. Disminuye el deseo sexual a medida que avanza el embarazo: Clásicamente se decía que el deseo sexual disminuía en el primer trimestre de gestación debido, sobre todo, a las modificaciones hormonales y a los síntomas neurovegetativos propios de esa etapa de la gestación (nauseas, vómitos, etc), aumentaba en el segundo trimestre (los síntomas se hacen menos frecuentes y además la mujer puede tener una relación sexual sin el miedo a quedar embarazada porque ya lo está), y finalmente volvía a disminuir en el tercer trimestre de la gestación ya por el propio estado del embarazo avanzado. Esto no ha podido demostrarse realmente y los estudios recientes indican una pérdida o disminución del deseo sexual de forma progresiva a lo largo de todo el embarazo. El origen de esta disminución de la líbido es incierto aunque probablemente tenga un influjo hormonal importante.
Lo que sí está demostrado es que el apetito sexual disminuye durante el postparto y durante el primer año después del nacimiento del niño. «Se tarda unos meses en volver al estado de antes del embarazo», explica el doctor Bartha. También las mujeres que han tenido un parto natural con episotomía suelen tener cierto miedo a iniciar las relaciones.
5. Hay que evitar gestos, caricias… más fogosos: «No está el mundo para evitar gestos, caricias y señales de amor, ni siquiera los más fogosos ni durante la gestación —aconseja el doctor—, a excepción de aquellos casos en los que haya patología que requiera por prudencia un cese o disminución de la actividad sexual. En estos casos se recomienda, sobre todo, que si se practican relaciones con penetración el impacto sobre el cuello del útero no sea especialmente violento. En cualquier caso y a tenor de esto, téngase siempre en cuenta que la sexualidad es algo más que el coito y que se puede tener una vida sexual plena sin tener que recurrir a la penetración cuando esta esté contraindicada».

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