Cada abeja obrera recorre durante sus escasos 50 días de vida aproximadamente 40 kilómetros, en los cerca de doscientos mil vuelos que lleva a a cabo, a una velocidad media de 22 km/h. En sus constantes expediciones visita unas 7.200 flores para fabricar 5 gramos de miel.
Eso significa que, para reunir un kilo de este delicioso y nutritivo néctar, hacen falta 1.440.000 flores y la colaboración de 200 obreras. No es una tarea excesiva, si se tiene en cuenta que en una colmena suelen vivir entre 30.000 y 60.000 individuos, dado que la reina puede llegar a poner 3.000 huevos en un solo día.
La actividad anual de las abejas melíferas de una misma colonia alcanza una producción media de entre 20 y 30 kilos de miel. El producto fabricado a partir del néctar de las flores puede ser monofloral, si es de una sola variedad de flor –azahar, romero, lavanda–, o multifloral, de varias especies.
La miel de las abejas se usaba en el antiguo Egipto y en Grecia para embalsamar a los muertos, ya que este producto contiene sustancias bactericidas y conserva de la putrefacción los jugos de las plantas, las raíces, las flores, las frutas y hasta la carne. A su vez, el veneno de abeja es 500.000 veces más fuerte que cualquier antibiótico conocido.
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