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Ser feliz o no ser feliz. La cuestión es esa, una vez más, pero en ese ámbito donde las mujeres común y corriente pasan la mayor parte del tiempo: el trabajo.

 La posibilidad de unir placer y trabajo depende de la actitud que adopte el empleado ante ciertos desafíos diarios.
Destacar los logros. Si parece que el jefe “no ve” los aciertos, entonces tal vez le corresponda al empleado hacerlos visibles. Para esto, Yésica Dos Santos, psicóloga y especialista en Recursos Humanos, sugiere llevar un registro de los objetivos alcanzados. Así se podrá comunicar de manera concreta al supervisor de qué manera se aportó a la empresa.
Tener objetivos claros y alcanzables. “Es importante que la exigencia y el ideal que se busca alcanzar no resulten abrumadores”, recomienda el médico y psicoanalista Harry Campos Cervera. Para esto es necesario conocerse, entender cuáles son nuestros propios límites, para poder identificar las metas personales y delinear los métodos para alcanzarlas.
Ponerse la camiseta. Resulta imposible trabajar bien en un lugar del cual uno no se siente parte. “El logro de una identidad con la tarea, el equipo y el lugar de trabajo” ayuda, según Campos Cervera, a dejar de lado experiencias traumatizantes y, por lo tanto, a sobrellevar la tarea laboral con alegría.
Optimizar el tiempo. Es necesario organizarse para poder cumplir las tareas diarias sin abrumarse. Dos Santos sugiere tomarse 10 minutos al comienzo del día para pautar qué se va a hacer durante esa jornada.
Combatir el aburrimiento. Los especialistas coinciden en aclarar que dependerá mucho de la personalidad de quien haga esa tarea. Si la persona tiene un perfil creativo y emprendedor y todos los días tiene que cargar una misma planilla, evidentemente está en el lugar equivocado y será conveniente que cambie de empleo.
Fuente: Clarín

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