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La pareja formada por el argentino Pablo Rey y la española Anna Callau ha recalado en Puerto Rico tras trece años recorriendo el mundo en busca de nuevas vivencias,
algo que ya no consideran un largo viaje, sino "una forma de vida".

Rey, de 47 años, y Callau, de 42, emprendieron el 20 de junio de 2000 en Barcelona un viaje por todo el mundo que en principio iba a ser de "tan sólo" cuatro años. Trece años después continúan con su periplo, cuyo recorrido se ha triplicado para superar los 300.000 kilómetros y que les ha llevado a conocer cuatro continentes.

"El plan cuando partimos era dar la vuelta al mundo en cuatro años, pero bueno, de cuatro pasó a siete, de siete a diez y de diez a trece y ya da igual. Ya no es un viaje, sino una forma de vida", explica divertida Callau en una entrevista con Efe.

El dúo de aventureros contará este martes en el Museo de Arte de Puerto Rico algunas de sus anécdotas durante estos años, entre ellas vivencias de "los seis meses más difíciles" de su expedición, cuando atravesaron Sudán, Etiopía y Kenia.

También mostrarán una selección de fotografías de sus viajes y presentarán los libros que han ido escribiendo y publicando durante este tiempo, entre ellos "La vuelta al mundo en 10 años: Por el mal camino".

Escrito en primera persona, relata desde encuentros "buenos y no tan buenos" con gente de otras culturas, animales salvajes y "tribus en lugares espectaculares", hasta "robos, persecuciones armadas, averías en medio del desierto del Sahara, inundaciones, algún cruce ilegal de fronteras, violencia, sexo y otras cosas que nunca deberían haber ocurrido".

Sus publicaciones las han presentado en las Feria del Libro de Guadalajara, en México; la de Sant Jordi, en la ciudad española de Barcelona, y Guayaquil, en Ecuador, entre otros certámenes.

Montados en una camioneta que han bautizado como "La cucaracha", la pareja empezó su marcha en España, recorrió África hasta llegar a Sudáfrica, desde allí atravesaron el Atlántico en 23 días hasta la Patagonia argentina y recorrieron Sudamérica.

"Se llama "la cucaracha" porque la llevamos por todos lados, entra en todos lados y aparentemente, después de cuatro roturas de motor, va a tener que venir una explosión atómica para hacerla caer", destacó Rey.

Después de más de una década viajando y conociendo decenas de países, Rey reconoce que "la vida que teníamos era buena, pero queríamos hacer otra cosa" y era "el momento de abandonar el trabajo seguro, la vida cómoda, la familia, los amigos y esas cosas que te atan, para hacer una vida emocionante".

"Empezamos a ser viajeros, pero comenzamos a arriesgarnos. Cuando nos atrevimos a bajar un río del Amazona en una balsa de troncos, ya no éramos viajeros, sino aventureros", asegura Rey, quien reconoce que también en ocasiones pasan miedo y recuerda por ejemplo que en Brasil le pusieron un cuchillo en el cuello.

Callau, que antes de cambiar de vida era productora de conciertos de rock, explica que el propósito del viaje "ha ido cambiando", pues al principio "era hacer un paréntesis de la vida, vivir un poquito y luego volver a hacer lo que hacíamos antes".

Pero al conseguir el dinero suficiente como para sobrevivir durante el camino, la pareja decidió alargar su proyecto.

"¿Para qué volver si lo que te gusta es lo que estás haciendo y sigues adelante?", abundó Callau, quien inicialmente planeó regresar a Barcelona en 2004 coincidiendo con la apertura del Fórum Universal de las Culturas.

En el largo camino recorrido hasta el momento, la pareja ha conocido a otros insólitos viajeros, como un japonés en patinete, un ingeniero británico con un brazo paralizado que conduce y vive en un camión y un español de Valencia con el que coincidieron en Grecia y que se dirigía hacia Australia en bicicleta.

Un día normal para esta pareja, según Rey, consiste en llegar a un lugar "que el día anterior no sabías ni que existía" y ver por las ventanas de la camioneta "un paisaje distinto". Tras un ligero desayuno arrancar "hacia donde sea que nos estemos dirigiendo; eso es un día cualquiera".

"Cada día es distinto, no llevamos agenda, pero si vemos algo bonito, decidimos pararnos; y si queremos estar varios días, nos quedamos. Cuando tenemos hambre, comemos, cuando es tarde o de noche, buscamos donde dormir o acampar", explica.

EFE

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