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La lucha libre mexicana, el deporte espectáculo que dio origen a una suerte de mitología de héroes enmascarados identificados con la cultura popular, celebrará este sábado los 80 años de su llegada a México.

Luchadores como Santo, el enmascarado de Plata, Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez y El Rayo de Jalisco, se implantaron en la cultura de sus aficionados con sus grandes luchas en el cuadrilátero, las cuales replicaron en el cine.
Desde la primera función ofrecida el 21 de septiembre de 1933 y hasta la velada por su 80 aniversario, donde se jugaron varias máscaras, la lucha pasó de virtuosismo técnico a un espectáculo de llaves, contrallaves y vuelos de sus protagonistas.
La creciente popularidad, nacida en parte de la rivalidad de sus luchadores favoreció la construcción de escenarios especiales como la Arena México, que comenzó a operar en 1943 y que en 1968 albergó el torneo de boxeo de los Juegos Olímpicos de México 1968.
Las máscaras, que son tradicionales en la cultura mexicana, alimentó la creencia de la batalla entre el bien y el mal, entre los luchadores buenos y malos, lo que situó a este deporte cada semana en gran parte de las arenas del país.
Los cálculos de las empresas apuntan que la lucha libre reúne una media de 600.000 espectadores al año.
En la mitad del siglo XX, surgió el luchador Santo, El Enmascarado de Plata, que se consolidó como un personaje bueno que proyectó al cine con películas como Santo contra las momias de Guanajuato, entre otras.
"Son héroes que se pueden tocar, la cercanía con estos personajes es vital. Uno los ve hacer grandes acciones sobre el cuadrilátero y el luchador tiene también esa condición humana de acercarse a su público", apunta Salvador Lutteroth Camou, hijo de Salvador Luttheroth González, considerado el fundador de la lucha libre mexicana.
EFE

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