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Las conexiones telefónicas internacionales, las señales televisivas y ciertos servicios de internet dependen de satélites que se encuentran amenazados por la enorme cantidad de basura espacial que orbita alrededor de la Tierra.

Expertos de Naciones Unidas y de la agencia espacial estadounidense NASA han alertado del creciente peligro de la chatarra espacial, incluso para la vida de los astronautas de la Estación Espacial Internacional.
“La basura espacial es un peligro para todos nuestros sistemas de funcionamiento por satélite”, explica a Efe la directora de la Oficina de Naciones Unidas para el Espacio Exterior, la astrofísica malasia Mazlan Othman.
Subraya que “todo lo que sube al espacio al final se convierte en basura, y eso es un gran problema”, y destaca que “ya hubo colisiones de satélites que crearon mucha basura en el espacio”.
Carcasas de cohetes, satélites abandonados y chatarra procedente incluso de misiles orbitan alrededor de la Tierra a gran velocidad, a unos siete kilómetros por segundo, lo que amenaza también el futuro de la exploración espacial.
En total hay unos 500.000 desechos espaciales de diverso tamaño, aunque los más peligrosos son los alrededor de 20.000 de al menos diez centímetros de longitud.
“Incluso si la humanidad dejase de enviar artefactos al espacio, el problema seguiría aumentando porque las piezas allí arriba continúan chocando y multiplicándose”, lamenta Othman.
Una sola colisión entre dos satélites o grandes trozos de chatarra puede generar miles de pequeñas piezas, cada una de ellas capaz de destruir otros artefactos espaciales.
De momento no existe la tecnología para limpiar el espacio de esta amenaza y lo único que se puede hacer es tratar de que los lanzamientos espaciales sean lo más limpios posibles.
“Lo que podemos hacer es alentar a todos los países a que tomen medidas para minimizar la emisión de basura espacial, a veces no es posible evitarla, pero sí minimizarla”, indica la experta.
Según la astrofísica, “la tecnología no está todavía desarrollada y puede ser muy cara. No sabemos aún cómo vamos a eliminar esta basura ni dónde se podría dejar si se bajase a la Tierra”.
También los satélites que proveen los sistemas de localización global -como el estadounidense GPS, el europeo Galileo y el Glonass ruso- y las previsiones meteorológicas, entre otros, corren peligro.
Incluso los fragmentos menores son peligrosos por la velocidad de vértigo a la que se desplazan y porque resultan difíciles de localizar antes del impacto.
“Esa basura es muy difícil de detectar y puede ser muy dañina, aunque sean fragmentos muy pequeños, porque se mueven a una velocidad de unos siete kilómetros por segundo”, explica a Efe Lindley Johnson, director del Programa de Objetos Próximos a la Tierra de la NASA.
En los últimos años los astronautas de la Estación Espacial Internacional han tenido que buscar varias veces refugio en las naves Soyuz acopladas a ella, por el peligro de la cercanía de chatarra espacial de gran tamaño.
También supone un riesgo para el trabajo de los astronautas en el exterior de sus naves, ya que cualquier impacto de basura espacial, incluso de trozos muy pequeños, puede afectar a los trajes presurizados con trágicos resultados.
Johnson abunda en que por el momento lo único que se puede hacer es “tratar de que los lanzamientos espaciales sean lo más limpios posibles”, con una tecnología que retenga los componentes físicos que se desprenden durante el ascenso.
El experto de la NASA asegura que existen varios proyectos privados en marcha que investigan cómo capturar esos desechos.
“Lo primero que hay que eliminar son las piezas más grandes, como los cuerpos de proyectiles y los satélites que han dejado de funcionar”, resalta Johnson, aunque aún no existe una fecha fija sobre cuándo esta tecnología podrá usarse de forma práctica.
En 2007 China destruyó con un misil su satélite climatológico Fengyun 1C, lo que generó una nube de miles de fragmentos peligrosos, y uno de ellos colisionó con un satélite ruso a principios de este año.
El pasado mayo el nanosatélite Pegaso, el primero fabricado en Ecuador y lanzado en abril, chocó con un fragmento de un cohete soviético de 1985 y desde entonces no se puede recuperar su señal.
Fuentes cercanas a la ONU, que han pedido el anonimato, consideran que debe buscarse una solución a este creciente problema, dado que potencias emergentes como China o India tienen ambiciosos proyectos espaciales, por lo que la basura en órbita y sus consecuencias pueden multiplicarse.
Según las previsiones de la Agencia Espacial Europea, la chatarra espacial se triplicará en los próximos 20 años.
EFE

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