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 La temporada de huracanes de este año en la cuenca atlántica, que termina oficialmente mañana, fue la más tranquila desde 1994, sin ningún ciclón de categoría mayor, solo dos huracanes, algo que plantea un “enigma” a los expertos.

“Hay que remontarse a 1994 para encontrar una temporada de huracanes en el Atlántico tan inactiva, con solo dos huracanes, cuando lo normal son seis, y sin ningún ciclón de categoría mayor”, explicó ayer Todd Kimberlan, meteorólogo del Centro Nacional de Huracanes (CNH).
Si bien se registraron 13 tormentas tropicales, una cifra ligeramente por encima de lo normal, Kimberlan calificó de “enigma” el comportamiento “absolutamente inusual” de esta temporada de huracanes y reconoció que ahora mismo “es una cuestión abierta” que los científicos deben examinar a fondo.
En concreto, el experto del CNH, con sede en Miami, se planteó si la escasa actividad ciclónica de este año anticipa “el final de un ciclo de huracanes intensos”.
“Nos preguntamos si esto es una señal de que se está acabando el ciclo activo de huracanes... o no”. En cualquier caso, insistió, “este año lo podemos definir como un enigma. Es muy difícil de entender”.
En junio pasado, al comienzo de la temporada ciclónica en la cuenca atlántica, los cálculos de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA) preveían la formación de entre 13 y 20 tormentas tropicales y de 7 a 11 huracanes, de los que entre tres y seis podían ser de gran intensidad. Un pronóstico muy alejado de las cifras finales.
De hecho, solo se contabilizaron en esta temporada dos huracanes, “Humberto” e “Ingrid”, de categoría 1, el mismo número que en 1982, y ningún ciclón de categoría mayor, cuando lo normal es que se formen al menos dos.
La tormenta “Andrea”, la primera de la temporada, llegó en junio a la costa noroeste de Florida acompañada de tornados e intensas lluvias que dejaron inundaciones en varios estados.
Según el CNH, el paso de “Andrea” por EE.UU. dejó un muerto en Carolina del Sur y otros tres por accidentes de tráfico, uno en Virginia y dos en Nueva Jersey.
Pero esta tranquila temporada echa por tierra algunos equívocos, por ejemplo: que la presencia en el Pacífico del fenómeno de “El Niño” es el factor esencial para la inhibición de la formación de tormentas en el océano Atlántico. O que una temporada muy activa coincide con el excesivo calentamiento de las aguas del mar.
Kimberlan, resaltó que estas son, en ese sentido, “condiciones necesarias, pero no suficientes” para vaticinar la actividad de una temporada de huracanes, ya que este año no se verificó el fenómeno de “El Niño” en el Pacífico y la superficie del mar registró altas temperaturas.
Sí atribuyó el científico la escasa formación de huracanes en la cuenca atlántica, especialmente en el Caribe, a la acción, en gran parte, de los vientos cortantes registrados en las capas superiores de la atmósfera, a más de 122 kilómetros de altitud.
También puede haber influido la baja humedad del aire en las capas medias de la atmósfera, la “inusual sequedad del aire entre África y el Caribe, por encima de lo normal”, apuntó.
Algunos científicos y meteorólogos atribuyen, en ese contexto, al vasto desierto del Sahara y el masivo desplazamiento de partículas de polvo de esa zona en junio un factor de influencia en la baja actividad ciclónica de esta temporada en el Atlántico. Pero sería este, en cualquier caso, un elemento más, no definitivo.
La conclusión de Kimberlan es que “hemos aprendido de esta temporada de huracanes que hay mucho que estudiar sobre las relaciones en la atmósfera”, lo que nos servirá para entender “por qué esta temporada ha sido tan anómala”, reconoció.
El territorio estadounidense no ha sufrido desde 2005 -cuando “Wilma” impactó el sur de Florida- el efecto de ningún huracán de categoría mayor (3, 4 o 5 en la escala de intensidad Saffir-Simpson).
No obstante, el huracán de categoría 1 “Sandy”, que azotó la cuenca atlántica en octubre y noviembre de 2012, fue el fenómeno meteorológico más letal sufrido en Estados Unidos en los últimos 40 años, con 72 muertos, y el segundo más costoso, tras “Katrina”.
Los cálculos de daños en Estados Unidos rondan los $50,000 millones, lo que lo convierte en el segundo ciclón más costoso que toca tierra en Estados Unidos, y ello a pesar de que cuando llegó al país ya no tenía categoría de huracán.
En total, “Sandy” se cobró la vida de 157 personas a su paso en octubre de 2012 por el Caribe y EE.UU.
Nueva Orleans y las costas de Luisiana fueron azotadas en 2005 por el huracán “Katrina”, que, como categoría 3, ocasionó 1,800 muertes y daños materiales por valor de $80,000 millones.

EFE

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