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El Paris Saint Germain es un club relativamente joven (sólo 42 años han pasado desde su fundación) y con poco brillo en sus vitrinas. Apenas una Recopa de Europa y un par de Ligas de las que presumir, un bagaje relativamente escaso para una entidad que, de la mano del fondo de inversión de la familia real de Qatar, ha parido un equipo repleto de galácticos al que no se le perdonará otra cosa que no sea el éxito.
Después de invertir unos 600 millones de euros (100 por la compra del club entre 2011 y 2012; 300 en futbolistas como Pastore, Lavezzi, Ibra, Thiago Silva o Lucas Moura; y otros 200, directamente inyectados por la Autoridad de Turismo de Qatar para esquivar los castigos del 'fair play' financiero de la UEFA), el PSG, rival del Barcelona en el Parque de los Príncipes, oposita a su segunda semifinal de la Copa de Europa de su historia."Pero el fútbol no son matemáticas", reivindicó el segundo entrenador del Barcelona, Jordi Roura, en las entrañas del coqueto estadio parisino. "Si no tienes dinero, está claro que no tienes un buen equipo. Pero el hecho de tener más dinero no garantiza éxitos. Siempre necesitas una combinación de muchas cosas para alcanzar los triunfos", abundó el técnico azulgrana.Sin embargo, este PSG tiene poco que ver con la otra gran metáfora del fútbol de petrodólar, aquel Manchester City ridiculizado en la primera ronda de la Liga de Campeones. El actual líder de la liga francesa está consiguiendo poco a poco adaptarse al equilibrio impuesto por un especialista en la competición como Carlo Ancelotti. "Si alguien piensa que el partido será fácil se equivoca", clamó Roura, para insistir: "La dificultad del PSG es máxima". Un discurso muy similar al pronunciado en la víspera de aquella noche funesta en San Siro que obligaría a este Barcelona a una de las remontadas más increíbles de su historia. "Aquel partido nos muestra el camino de lo que tenemos que evitar. En Europa, no podemos permitirnos no estar al 100 por 100".Esta vez, sin embargo, los futbolistas azulgranaA contarán con un importante estímulo, el regreso al banquillo de Tito Vilanova, que no concedió la rueda de prensa dado su todavía delicado estado físico después de un tratamiento de radio y quimioterapia que le ha mantenido dos meses en Nueva York. "Tito es el jefe, el que tiene el mando. Su llegada es muy importante porque todo vuelve a la normalidad después de una situacion anómala", dijo su buen amigo Roura en una opinión compartida con Villa: "Cuando el líder del grupo está con el equipo, todo es mucho más sencillo".

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