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Jesús Jiménez es un joven español desempleado que decidió seguir el mismo camino de muchos jóvenes en España, emigrar a Alemania.

Sin embargo, su caso es diferente: no ha tomado un avión, un autobús o un tren porque no tenía dinero. Salió de su pueblo con su caballo Campeón, una manta para protegerse del frío y un par de alforjas llenas de chorizos y jamón.
Su meta es cruzar las casi 1,242 millas que separan su pueblo Gemuño, en la provincia de Ávila, con la frontera alemana y encontrar un trabajo.
Jesús, de 32 años, nunca ha salido de España. Creció en el campo cuidando caballos y ganado bravo.
"Llevo más de un año desempleado. Vivo con mis padres y mi hermana. El único ingreso es el de mi padre que es jardinero. Un día les dije: me voy a buscar trabajo como sea y agarré el potro.
Dispuesto a llegar a Rusia
Busco un trabajo estable para poder tener una familia. Si no lo encuentro en Alemania seguiré hasta Rusia, hasta donde haga falta",  comentó Jiménez medio acatarrado y febril desde La Horra, un minúsculo pueblo de Burgos.
Ya lleva más de dos semanas y 186 milas recorridas de la solitaria estepa castellana, atravesando riachuelos, bosques secos por el frío y pueblos que difícilmente aparecen en los mapas: Valverde de Manjano, Sacramenia, Torrecilla del Pinar, Fuente Oso.
En ellos suele salir el alcalde con una comitiva a recibir al joven, advertidos por las llamadas de un par de carniceros de Ávila que no desamparan al jinete.
"Conocemos al joven. Se pasaba por la carnicería desesperado por la falta de trabajo. Nos preguntaba qué podía hacer. Le dije haz algo que llame la atención. Agarra el caballo, ropa de abrigo y vete para Alemania. No pensábamos que lo iba a tomar en serio pero al otro día estaba listo. Lo llenamos de jamón y embutidos para el camino", recuerda Julián Burguillo, el hombre que junto a Rodrigo González, le van trazando la ruta del viaje.
"Buscamos pueblos pequeños donde sean bien recibidos y les den un plato de comida y un sitio para dormir. No pide dinero y tampoco lo recibe para evitar cualquier picaresca. La gente se ha volcado a ayudarle", sonríe Burguillo aunque luego matiza preocupado: "En breve llegará a Francia y no tenemos ni idea de francés. El chico nos dice que no pasa nada, que él busca la manera de hacerse entender. Tiene mucho amor propio", añade el carnicero.
En un principio Burguillo lo había bautizado como El jinete pálido por su delgadez y aparente fragilidad hasta que su colega lo vio claro: "Es El Quijote de Ávila".
"Lo mejor es la gente y lo peor el frío"
"¿El Quijote? Me suena de la escuela. Era un aventurero, un filósofo que siempre estaba analizando el camino a seguir. En eso nos parecemos. Encuentro muchos caminos. Otra veces no, hay que ir a campo traviesa", comenta Jesús mientras recuerda los rostros y los pueblos por donde ha pasado.
"Hay mucha gente en el campo que lo está pasando mal. Parejas con hijos que están aguantando como pueden con la ayuda de sus padres o de sus suegros. Y, sin embargo, te dan un plato de comida. Es lo mejor que me ha pasado", detalla.
Lo peor es el frío. Cada pueblo que deja atrás lo acerca más al invierno y la soledad. 
"Se echa de menos alguien con quien hablar. UnSancho. Afortunadamente tengo WhatsApp", comenta aliviado mientras indica que no dejo ningún amor en Gemuño.
"No tengo novia aunque hay una chica que me llama todos los días para saber cómo estoy. Se está preocupando mucho por mí", confiesa.
Campeón, un potro de raza española
La principal preocupación de Jesús es Campeón, su caballo.
 "Tiene que estar sano, comer bien. Hacemos jornadas de 12 ó 15 millas pero intento no ir todo el día sobre él para no agotarlo. Es como si fuera mi hermano", explica.
Desde que inició la travesía tanto el jinete como su caballo han perdido peso: 22 y 55 libras respectivamente.
"Pero estamos fuertes. Campeón es un potro de raza española. La gente no cree que pueda hacer tantas millas. Dicen que los caballos ingleses, árabes o hannoverianos son más resistentes y que el español es más blando. Puede ser verdad pero cada vez se está haciendo más duro", anota Jiménez.
Su odisea se ha extendido por las provincias de Segovia y Burgos como una leyenda del lejano oeste. En los pueblos ya lo reconocen y lo reciben entre aplausos y fotografías.
"El jamón lo guardo para los días difíciles"
Mientras avanzan los días el jinete imagina su destino final. Le han contado que en Alemania el mundo del caballo es dos o tres veces más grande que en España y que siempre se necesita gente para domar, montar o simplemente limpiar cuadras.
"Sólo quiero un trabajo. Pero no un trabajo ilegal ni de dos días. Si encuentro algo antes dejo de caminar", señala.
No le preocupa no saber inglés, francés y mucho menos alemán. Confía en el lenguaje de las señas, con encontrarse a uno de los muchos españoles que han emigrado o, en último caso, con un alemán de los que veraniegan en Mallorca que, según él, seguro balbuceará algo de l español.
De momento Burguillo y González, los dos carniceros de Ávila, le han abierto un perfil en Facebook para darle ánimos y para ir colgando las fotos que el joven va tomando con su teléfono celular.
"Son mi apoyo. Sin ellos me vendría abajo. Todavía me queda jamón del que me dieron. Lo estoy guardando para los días más difíciles", señala el joven.

 BBC Mundo

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